Un Universo Amoroso sin Control: Amar desde la Libertad
Del yoga a la filosofía de Ortega y Gasset: un viaje hacia el amor que no aprisiona
En un mundo que a menudo asocia el amor con posesión y control, existen corrientes filosóficas y espirituales que nos recuerdan que amar es, ante todo, liberar. Desde el desapego del yoga hasta la visión luminosa de Ortega y Gasset, esta reflexión nos invita a habitar un universo amoroso que fluye sin cadenas.
El Yoga y el arte de soltar
En el corazón de la filosofía del yoga encontramos Aparigraha, uno de los Yamas o fundamentos éticos que nos enseña el desapego como una forma de libertad.
Esta enseñanza va más allá de renunciar a objetos materiales: también nos invita a soltar la necesidad de poseer a las personas y controlar los vínculos.
Aparigraha nos recuerda que el control es una ilusión y que el verdadero poder reside en permitir que la vida fluya, sin aferrarnos a un resultado predeterminado.
Es la misma sabiduría que los yoguis descubrieron observando la naturaleza: las hojas que caen de los árboles no se lamentan, simplemente se preparan para renacer en otra forma.
Ortega y Gasset: Amar sin poseer
Mucho tiempo después, en el vibrante Madrid de principios del siglo XX, el pensador español José Ortega y Gasset exploró esta misma idea desde una mirada filosófica.
Ortega distinguió el amor del deseo, señalando que este último es posesivo y efímero, como una llama que se apaga al consumirse.
El amor, en cambio, es —en sus palabras— una “corroboración de lo amado”.
Amar, para él, es celebrar la existencia del otro, sin necesidad de hacerlo nuestro. No se trata de querer que la otra persona nos pertenezca, sino de alegrarnos de que exista, libre y en sí misma.
Un puente entre oriente y occidente
Tanto el yoga como Ortega nos invitan a habitar un universo donde el amor no es una prisión de posesión, sino un vasto espacio de libertad.
En este lugar, el amor no se marchita: se expande, como un sol que irradia su luz sin esperar nada a cambio.
Y esta expansión es tan poderosa que, incluso cuando la vida que conocemos termina, el amor no se pierde: se transforma.
En la memoria, en el legado, o en el eco de una conexión que perdura, el amor revela su verdadera naturaleza: no está atado al tiempo ni a la forma, sino a la esencia.
Cuando dejamos de querer retener el amor, descubrimos que nunca se nos va: se transforma. Somos co-creadores de un mundo más bello y conectado cuando nuestro amor no aprisiona, sino que libera.
Ese es el amor que, incluso más allá de la vida, sigue brillando.
Celes Bennati
Mujer Medicina | Tu cuerpo | Tu Universo.